Recuerdo que cumpliste veinte fríos febreros entre copa y copa. Recuerdo que no nos conocíamos. Recuerdo que nos miramos. Recuerdo que bailamos. Y también recuerdo que acabamos celebrando cerca de una hora que tus labios se fundieron con los míos. Un recuerdo que olvidar durante un tiempo.
Llegó junio. Una cena mirándonos constantemente. Una copa. Un chupito. Vuelta a empezar la ronda una y otra vez. Conversaciones que cada vez nos acercaban más. Hasta que tuvimos que volver a recordar que siempre que estábamos juntos teníamos algo que celebrar. Aunque fuera durante un rato.
Y todo empezó a crecer. Y a juntarnos. Y día tras día nos veíamos más, nos ayudábamos más. Nos sentíamos más. Al menos yo no quería dejar de verte un instante. Entre sábanas acaricié tu espalda por primera vez. No te lo he dicho nunca, pero aquel día no pude dormir. Ni ese ni la mayoría, ya que merecía mucho más la pena escuchar tu respiración y dejar que me transmitieras la paz que me aportaba el latido de tu corazón con mi mano en tu pecho.
Y llegaron más noches. Más días. Más tardes. Más horas de conversación abriéndonos en canal el uno para el otro. Más alcohol que sabía mejor en tu compañía. Observando tu manera de fumar mientras te acariciabas el labio insinuando que sabias que quería besarte. Más horas entre sábanas, que siempre fueron horas sin dormir pero disfrutando del paisaje que era tu cuerpo desnudo. Mirando esos ojos color miel que juro que enloquecerían a cualquiera. Y esa sonrisa traviesa que no puede dejar indiferente a nadie.
Quizá todo creció tanto que la gente pensó que había crecido de más. Que eso se unió a tu miedo al compromiso o a las ganas de comerte el mundo, y que el tornado de ideas colapsó. Que yo no sabía que es más facil empezar de nuevo cada día con la mejor cara que tenemos en vez de construir algo estable desde una base sólida. Y tú dices que quieres ser libre, pero yo te llamo cobarde.
Da igual decirle a alguien que le quieres por encima de muchas cosas aún sabiendo que esa persona no te quiere, porque es inútil hablarle a alguien de algo que no le importa. Aunque no puedo guardarte rencor después de hacerme crecer y aprender tanto a tu lado. Y de cuidarme y quererme, aunque no lo quieras aceptar.
Y volvió a llegar el invierno y volví a sentir que sólo tus brazos me resguardaban del frío, Pero tus brazos ya no estaban. Aunque aquel día no nos dijimos nada yo sabía que era una despedida. Un agradecimiento por todo lo que nos hemos dado. Porque sabes que soy yo, pero que no es el momento. Tú mismo lo dijiste. Y te creo a ojos cerrados igual que te he creído siempre, aunque sea por esperanza. Porque prefiero perder la cabeza antes de perder la esperanza.
Por encima de todo me quedo con lo que tú y yo hemos vivido. Por las conversaciones infinitas, la confianza extrema y el perderme entre tus labios como si no hubiera mañana. Me quedo con los días de fiesta, las copas y cigarros a medias, tus secretos que están a salvo conmigo. Con las lágrimas que derramaste sobre mi hombro sabiendo que eran solo tuyas y mías. Por todos esos momentos que hemos vivido y espero que no olvides. Por aquellos que no se pueden describir, publicar, ni intentar explicar. Por encima de todo me quedo contigo, porque hacía mucho que no me hacían sentir así. O nunca lo habían conseguido hacer.
Porque a pesar de todo lo malo en lo que nos hemos hundido, el resquicio sigue ahí recordándomelo todo.
Recordándome que hasta dentro de mucho tiempo no volveré a sentir nada parecido.
Recordándome tu manera de perder las formas, tu forma de perder las maneras.
Recordándome que te quiero tanto como a mi vida.
'No sería lo mismo imaginarte
que poder estudiarte con detalle.
Usaré cada segundo que pase
para poner a prueba
nuestras capacidades corporales.'