miércoles, 21 de agosto de 2013

Brújulas que buscan sonrisas perdidas.

Le conté la misma historia que él me contó hace tantos años... 
'Hubo una vez un chico que no tenía amigos, se sentía solo...' 
-Así comenzaba su historia. Cuando escuché aquello no salí de debajo de la sábana. Él tampoco...
-'Pero un verano hizo un amigo, otro hijo único... Se parecían: la misma edad, el mismo corte de pelo, las mismas ganas de soñar...'
- Recuerdo que en aquel instante, hace años, padre paralizó la historia y se encendió un puro. Yo iluminado con mi linterna y él con su puro...
'Aquellos dos niños se hicieron amigos enseguida... Se sintieron como hermanos que  la casualidad había unido... Y cada día de aquel largo verano quedaban en una piscina de agua cristalina y allí se pasaban el día alejados de los padres. Hasta que un día se contaron el gran secreto... ¿Sabes aquel gran secreto que todos poseemos pero que ocultamos?' 
-Recuerdo que cuando me contó aquello, yo no poseía ningún secreto y me quedé con cara pensativa intentando entender a qué se refería... Ahora noté que era padre quien lo hacía... No me detuve...
-'Los dos querían volar, que les salieran alas para marcharse de allí, de aquella vida... Así que decidieron desearlo con fuerza y cada día, antes de meterse en la piscina, se quitaban la camiseta y miraban el reflejo de sus espaldas en busca de las alas. Cada uno miraba la espalda reflejada del otro, deseando que le hubiesen crecido... Pero no había suerte, no había alas. Pero aquello no conseguía desilusionarlos, sabían que tarde o temprano las alas aparecerían. Así que cada día hacían lo mismo: levantarse, ir a la piscina, quitarse la camiseta y mirar sus espaldas reflejadas en esa agua transparente... Todo el verano lo pasaron igual. Una rutina preciosa que les hacía sentirse especiales...'
-Y en aquel tiempo yo salí de mi sábana como padre hizo en ese mismo instante... Aquella historia nos enganchaba con la misma intensidad y en el mismo momento... 
Continué con el desenlace... 
-'Y el último día de aquel verano, fui a buscar a mi amigo a su casa... Y su casa tenía las persianas bajadas... Llamé al timbre y nadie abrió, hasta que vi llegar a su madre de la calle y me dijo que mi amigo había sufrido un ataque al corazón y había muerto. No me lo podía creer. Empecé a llorar delante de su madre y no paré en todo el día... Mi abuelo me vio y me preguntó qué me pasaba. Se lo expliqué todo y me dijo que no tenía que llorar, que mi amigo había conseguido su sueño. Por fin tenía sus alas, sus alas para volar...
Y delante de mi abuelo dejé de llorar. Y siempre que he recordado a mi amigo, he sonreído... Porque yo sabía la verdad, una verdad que si se la explicara al resto del mundo no me creerían y me tacharían de loco. Pero muchas veces a partir de ese día, cuando he mirado una piscina llega de agua hasta los bordes, si me acerco, me parece ver reflejado a mi amigo con sus alas, que me vigila y me protege...'

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